Cualquier cosa que a ahora se diga sobre la obra o la
persona de Arrabal corre el riesgo de ser mal interpretada, puesto
que él mismo se ha esforzado lo indeci-ble por dar esa
sensación de ambigüedad que de continuo impregna
todos y cada uno de sus escritos y declaraciones. Pero lo que
sí es cierto, es que, a estas alturas de sus dilatada
existencia, Arrabal se ha revelado como uno de los más
grandes escritores en lengua castellana del presente siglo, «que
posee -en palabras de Cela- ese incalcula-ble tesoro de tener
voz propia, que es la condición indispensable para poder
hacer-se un sitito en ese confuso limbo de lo
injusto que se llama Parnaso. La obra de Arrabal está
por encima y a un lado de la anécdota y de la representación
y más allá de las tendencias y de los caprichos».
Sin embargo, tras este bifaz de contestata-rio juguetón,
de aventajado epígono de Cervantes, al que admira por
encima de todas las cosas, está el Arrabal humano, tierno,
tremendamente sensible a las injus-ticias sociales, contra las
que tanto luchó desde dentro y fuera de España
con los misiles de su ingenio y la pólvora de su palabra.
Como buen socrático, buscador infatigable del amor porque,
al carecer de perfección y sabiduría, lo único
que le queda al hombre es buscar el amor a cual-
quier precio. «Aunque, podría ser, dice, que el
amor no sea más que la suma de la pobreza y la angustia.
O, simplemente, la búsqueda ansiosa de una carencia. Es
decir, del alma».
Su cine y su pintura son el reflejo de esa búsqueda compulsiva
y de esa denuncia despiadada, sin concesiones, que sacude las
fibras de quienes miramos al mundo desde las premisas de la no
intervención. Mística y humor, sexo y hedonismo
en dosis lo sufi-cientemente concentradas se combinan para hacer
de su arte la expresión más aca-bada de su concepto
de la libertad creativa. Para el lector convencional esta entrevista
concedida a Diario de León rompe, como todas las suyas,
cualquier formalismo pre-establecido, saltándose a la
torera todo atisbo de mantener un hilo conductor lógi-co
o temporal. Más bien es una sucesión de pensamientos,
sensaciones y recuerdos. Opiniones contradictorias, afirmaciones
rotundas; a veces, demasiado rotundas para ser tomadas al pie
de la letra, pero siempre portadoras de un pragmatismo sobrecoge-dor.
Los Leit-motiv que a lo largo de su vida han ocupado un
lugar primordial en su peculiar forma de ver y sentir la vida,
apa-recen una y otra vez para servir de fusta al lector acomodaticio
y de revulsivo para quienes se limitan a admitir todo lo que
esos «mandarines culturales» señalan como
verdad de fe.
- Usted siempre ha sido un ferviente defensor de todo lo español
y, a veces, nuestro mejor embajador en el extranjero, ¿por
que no ha regresado a España?
-Tras las crisis racisto-patrióticas que hay en el
mundo entero, pienso que mi elección de vivir fuera sólo
puede molestar a patrio-teros y chauvinistas. España es
un país renovador. Es lógico que un «español»
ini-cie esta revolución. No soy un tiesto. En
vez de raíces tengo piernas. Y es bueno que la gente no
tenga por qué inscribirme en un equipo, en un clan.
- ¿Por que se marchó?
- Porque en España no comprendían lo que estaba
haciendo. Porque en aquel momen-to muchas de las obras que yo
estaba escri-biendo no podían estrenarse aquí.
En aquel momento lo más importante para mí era
el arte. No soportaba lo que había allí. Todo olía
a fascismo, pero un chico de diecinue-ve años lo único
que tenía que tener era no tener ideas, porque todos aquellos
que sabían lo que era la política estaban en la
cárcel, en el exilio o sencillamente se callaban.
¿Qué ciudad elegiría en caso de regresar
a España?
- Creo que Alcalá de Henares y, más
con-cretamente, el barrio judío, pero no permanecer allí
sino saltar a otros lugares.
- ¿Le gustaría pertenecer a algún sitio?
- En absoluto. Los sitios echan de menos el que yo pertenezca
a ellos. Por eso ponen plazas y calles con mi nombre. Para ellos,
yo soy muy importante.
- Entre sus muchas dedicaciones destacan el cine, la pintura
y el ajedrez y, más con-cretamente, este último,
en el que usted además de ser un fuerte jugador ha escrito
varios libros sobre la materia y sobre Fischer, al que tanto
admiró. ¿Continúa pensando que Fischer sigue
siendo aquel campeón que usted tanto admiró?
- Ese héroe del ajedrez es un fanático ro-deado,
según él, de infamia. Más que aluci-nado
se siente impotente en un laberinto sin fin de «abyecciones»
y enemigos.
- ¿Cree que el siglo XXI será espiritual en
el mundo del ajedrez?
- En mi caso personal (tan diferente al de ese campeón
) sólo existo en mi espíritu. El espacio y el tiempo
son indeterminados. ¿Cómo puedo juzgar el tiempo
de amar? ¿O el que se pasa en la cárcel? Aunque
en prisión sentí a veces amor o jugué al
ajedrez.
- ¿Es el ajedrez una improvisación?
- Me gusta y me hace sufrir jugar al ajedrez. Como pronunciar
conferencias: nunca sé qué va a ocurrir. Jugar
al ajedrez es una actividad antisolemne. La improvisación
es como el músculo del pene, no hay manera de gobernarlo.
- ¿Aprueba las interpretaciones freudianas que se hacen
con el ajedrez?
- Tiene tantas interpretaciones como jugadores, incluido
las diversas etapas de una partida. Jodorowski un día
se preguntó:
«¿Por qué no soy homosexual?»
Pidió a un amigo actor que lo sodomizara. Y lo pasó
muy mal. Esto sería impensable para la mayoría
de los jugadores.
¿Cómo es la vida para Arrabal?
- No puedo imaginar la vida sin angustia y pecado sin derrotas,
victorias ¡o tablas!. Séneca y Plantón amaban
a los hombres con delirio, pero se prohibían la felación.
- ¿Dios está a la baja en estos días?
- ¡Eso es blasfemar! El juego moderno y los matemáticos
fractales que no son creyentes se interesan mucho por la teoría
de los motivos. ¡Los «motivos» de la divinidad!
Observados desde un punto de vista profa-no.
¿El ajedrez es también un motivo?
- Quien rechaza la creación... rechaza a Dios.
- Usted dijo en cierta ocasión que existe un arte de
preguntar.
- Sí, incluso los policías franquistas que,
en 1967, me detuvieron en España, hacían preguntas
mágicas y muchos jugaban al
ajedrez entre dos interrogatorios.
- ¿Qué clase de preguntas le gustaría
entonces que le hiciera sobre el juego, cine,
pintura, literatura?
- Las preguntas no son nunca molestas. Son las respuestas
las que pueden ser indiscretas. Los policías que me interrogaron
pare-cían .jirafas con corazas de acero. Estaban asustados
y al mismo tiempo decididos. Eran como alfiles (locos) en el
ajedrez.
- ¿Tenía eso relación con su profesión?
- Me imagino a Platón cuando le asaltaron los piratas
camino de Atenas. Rodeado de jirafas. Debido a su torpeza, había
un lado conmovedor en «mis» policías. Estaban
incómodos, hasta el punto de torturar y a la vez amar
a su prisionero bíblicamente. Uno gordisimo en los sótanos
de la Puerta
- Frente al espejo ¿se siente también juga-dor
de ajedrez?
- Me conmoví mucho cuando me regaló un espejo
que no se puede romper. Un espejo metálico. Fue sorprendente.
Y todo lo que fue sorprendente puede alcanzar la verdad.
- ¿Y se mira mucho en el espejo?
- Mucho, soy una criatura de Dios, él me ha creado
a su imagen; por tanto, me miro para saber cómo es Dios.
- El año que acaba de comenzar ha abier-to una polémica
bizarra: unos pretenden que la humanidad ya ha franqueado el
paso del milenio, otros que no.
- Estamos en el 2753 después de la funda-ción
de Roma. No soy ni Wittgenstein ni Kant, ni Kasparov, no creo
que exista el tiempo, ni siquiera pienso que sea relativo. Simplemente
es inexistente.
- Usted parece ...
- Tengo ganas de cabrearme. Soy como Sócrates: cuando
estaba enfadado no azo-taba a su esclavo. Todas estas disputas
for-man parte de lo que yo llamo Oxymorons de números.
- Sin embargo, usted se ha declarado defen-sor del
simbolismo de las cifras. Los tres ceros después del 2
han hecho fantasear a los jugadores de ajedrez.
- Me habla usted de tiempo y salta a los números
No veo la relación. Entre la noche del 31 de diciembre
del 2752 después de la fundación de Roma y la mañana
del 1 de enero del 2753 después de la fundación
de Roma. La Noche Vieja del 2000 pasé cinco horas escribiendo
como un monje una partida imaginaria.
- Usted nació en 1932 y ha tenido ocasión de
observar la mayoría de los honores del siglo. Hitler,
Franco y el resto. ¿Qué opi-nión le merece
todo esto?
- Fui testigo indirecto. Fue más bien la gente que
me rodeaba la que participó. Sobre todo, mi padre. Ese
gran mártir y héroe de nuestro tiempo.
- Usted me habla en francés, después en español,
algunas veces con palabras en inglés...
- No tengo raíces. No soy como un tiesto. Tengo piernas
como la mayoría de las per-sonas. Por tanto he pasado
de una tierra a otra sin problemas: Africa, América, Europa,
pero habría podido ser un testigo incluso viviendo en
las Antípodas... en Nueva Zelanda.
- ¿Teme usted que la inteligencia artificial en el
ajedrez supere a la humana?
- No es posible. Son dos cosas diferentes. Ella puede ganar
únicamente. Pero tam-bién ella es una esclava.
Sócrates .tenía esclavos. Ahora tenemos máquinas.
Es mejor, más tranquilizador.
- ¿Refuerza esto el individualismo?
«Es estupendo que me plagien. Plagiar es
una palabra griega que significa vender y robar esclavos...»
- El mundo del ajedrez que finalizó en 1980 era un
mundo de grupos. Ahora tenemos la desgracia y la dicha de estar
completamente solos. Como está solo frente e la
tentación más voluptuosa. «el solitario del
aje-drez».
- Pero usted interviene en el mundo real.
- He estado en casi todos los cataclismos. He participado en
la mayoría. Por ejemplo, estuve en Camboya cuando estaban
matando a un millón de personas. Después, cuando
todo el mundo, incluidos los políti-cos, han denunciado
la atrocidad yo me retiré. Nunca paso la factura.
- Ha escrito usted tres cartas: una a Aznar, otra a Castro
y otra a Franco. ¿Qué le empujó a hacerlo?
Sus otros escritos, sus piezas de teatro, sus películas,
sus poemas, su prosa... ¿no era suficiente ya?
- Era una locura poética y suicida. Pues en el momento
en que escribí a Franco, Castro o Aznar, ninguno de mis
colegas lo había hecho. Hoy algunos lamentan mi olfato.
Mis cartas se han convertido en ofensas para muchos.
- quién escribirla una carta hoy? y ¿para decirle
qué?
- Escribiría al diablo o a Dios. Pero dentro
de diez años, algunos van a lamentar no haberlo hecho
hoy. Escribiría a Dios para jugar una partida de ajedrez
con él y que-dar al menos en tablas. ¡Divinas tablas!.
Yo con las blancas. Dios no puede perder.
Como mucho, puede hacer tablas. No puede perder. Es imposible.
Me ha creado a mí... el más humilde de los humanos.
- Pasando a la pintura, usted tiene una colección de
cuadros con usted como tema
¿Es una aspiración de inmortalidad divina?
- Encargué estos cuadros en un momento en el que me
veía como un monstruo. Y me pintaba para ver lo horroroso
que creía ser.
- Se puede ver su nacimiento...
- Es un cuadro sobre el que medito mucho. Este nacimiento
¿luego inspiró a la vaca que ríe?
- ¿Y las vacas locas?
- En el cuadro se ve que de mi boca sale un ser desnudo,
qué soy yo, y de su boca, sale otro... hasta el infinito.
Significa que en el
principio es el Verbo. Esto, de una forma fervorosa y absorbente,
lo tienen muy pre-sente los héroes.
- ¿Es usted Dios?
- También usted lo es. Y yo mismo. Todos somos Dios, si
es que Dios existe.
- ¿Es creyente?
- Hago lo posible para que el Dios del aje-drez exista. Hago
gestos simbólicamente amorosos. En los aviones o en los
coches procuro que el cinturón de seguridad me enlace.
Tengo la impresión de que es Dios el que me abraza con
maravillosas manos
femeninas. Imagino un Dios de amor.
- Ya que insiste tanto en el ajedrez, ¿qui-siera creer
gracias al ajedrez?
- Vivo en la nostalgia de lo que me falta.
Prisión y nostalgia
- ¿Vivió la prisión y jugaba en ella?
- Vi a mi padre mientras jugaba una parti-da contra
mí mismo en un calabozo de Carabanchel. Fue un
momento muy dolo-roso, pero muy rico desde el punto de vista
espiritual. No creo que se den cuenta, los
verdugos de ese añadido que hay en la pri-vación
de la libertad. Como muchos otros fui detenido, pero hubiera
sido peor en Treblinka. No era un privilegio, de todos modos
era un homenaje que un régimen de este tipo podía
ofrecer a un poeta: ence-rrarle y prohibir su obra. Es, como
si me hubieran dado un premio. El antiguo régi-men me
ha dado dos: superdotado a los nueve años y veinte después,
Carabanchel.
- ¿Piensa mucho en ella?
- Más que pensar me pregunto, dudo. Cuando estaba
hace unas semanas con el Rey de España leí sus
manos. La línea de las manos son muy importantes. Ellas
no muestran el futuro, sino el momento en el que vivimos.
- ¿Me quiere decir que sólo cuenta el pre-sente?
- Es por lo que los creadores de fractals, se interesan ahora
por Dios y al mismo tiem-po por las finanzas y la meteorología.
- Habla siempre de cuestiones universales y, sin embargo,
cuando habla de ajedrez se refiere siempre a la trascendencia.
- Mundialización y nacionalización cohabi-tan.
Se tiene la impresión de ver en las teles de París,
Moscú, Sydney o Lima a la misma presentadora de La rueda
de la fortuna que en Barcelona. Sin embargo, las preguntas son
las del lugar (en todas partes puebleri-nas). Por ello vivir
fuera no está mal. Además el turismo ¿no
ha asesinado al errante y al vagabundo?
- Siempre se ha dicho en Francia que muchos le plagian.
- ¡Pero si es estupendo que me plagien!. Plagiar es
una palabra griega que significa «vender y robar esclavos».
Hay que robar esclavos: la droga para destruirla. Un ser humano
es como un árbol. Una vez que le cortan las ramas crece
mejor.
- ¿La inteligencia artificial, el mundo vir-tual, suplantará
a la realidad?
- Es el mundo del coito interruptus, no es el mío.
Es el los jugadores puritanos z aco-sados.
-Y ¿qué es su mundo en el ajedrez?
- Prefiero la inteligencia únicamente. Es decir, el
arte de utilizar los recuerdos. Lo que no puede hacer la máquina.
Por otro lado, ella no cree en Dios, ni siquiera cree en su propia
inteligencia.
- ¿Qué es el amor?
- Creo que no sabe que el amor es hijo de la frustración,
de no ser el otro. Amar hace levitar: amar a una partícula
de polvo, a una cucaracha, una nube que pasa...
- ¿Usted se ama a sí mismo incluso cuando
juega al ajedrez?
- Pienso que se puede desconfiar del que no es vanidoso.
Lo único que me une a mi personaje es que a mí
también me gustaría ser santo.
La conversación se podría alargar horas porque
Arrabal es un interlocutor infatigable; además, con los
años, su carác-ter parece haberse atemperado para
solaz de sus entrevistadores, que pueden disfru-tar así
de la aguda dialéctica que rezuma cada frase del escritor
melillense para el que el arte es «una explosión
de vida y de verdad. Y cuando haces arte a través del
conocimiento, llegas a la filosofía y al amor, que es
lo que a mí me hace levitar».
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