PEDRO BAREA / SANTANDER
EN ESCENA. Arrabal se subió al escenario donde se representará
su obra. / S.E. QUINTANA
Se estrena esta tarde en el Palacio de Festivales de Santander
El
cementerio de automóviles,, un texto teatral de Fernando
Arrabal dirigido
por Juan Carlos Pérez de la Fuente con producción
del Centro Dramático
Nacional. Tras su estreno, la obra tiene comprometidas actuaciones
en todo lo que queda de año -Logroño, Barakaldo
o Vitoria entre otras ciudades-, para llegar a Madrid en enero
de 2001.
El texto, escrito en el año 1950, cuando Arrabal tenía
poco más de 20 años, es muy característico
de la primera época del autor, una combinación
singular de misticismo y crueldad que marcó al principio
su carrera
teatral. El director de Juan Carlos Pérez de la Fuente
la describe como «un
viaje iniciático al ser humano, para encontrar a la vez
en él lo más
espiritual y lo más demoníaco».
A la rueda de prensa para presentar el estreno de esta tarde
llegó Fernando
Arrabal muy retrasado, confirmando la dificultad de congeniar
arte con
tecnología, o al menos conciliar Arrabal con la puntualidad.
Enfundado en
riguroso negro asoma las manos porque hace mucho calor, unas
manos
pequeñitas y recogidas, y parece que entra y sale de sí
mismo cuando habla, de modo que concreta cosas que tienen que
ver con el estreno, pero se mete en notables jardines cuando
elucubra.
-Arrabal en el Centro Dramático Nacional ¿es
ya un autor del régimen,?
-¿De qué régimen?
-No de adelgazamiento.
-Todos los políticos me buscan y luego se me enfrentan,
me condenan.
-Pero El cementerio...,, producido por el Centro Dramático
Nacional, es un primer gran espectáculo firmado por Fernando
Arrabal y estrenado en teatros públicos de gran empaque.
-Adolfo Marsillach hizo en Barcelona otro montaje espléndido...
Arrabal achaca su fama de extravagante y provocador a aquella
durísima
Carta al general Franco,, que le conviritó en uno de los
últimos
proscritos políticos de España, uno de los cuatro
o cinco que tuvieron
vetada la entrada en el país, Pasionaria, Carrillo...
y Fernando Arrabal.
-Como no sabían de qué acusarme, me acusaban
de escandaloso y de
provocador. A un autor español que fue aceptado entre
los doce sátrapas del Colegio Patafísico, junto
a Duchamp, Ionesco, Tzara o Queneau... Eso era ser escandaloso
para los nacionalsindicalistas.
Dice todavía «nacionalsindicalista» para
referirse al antiguo régimen. Ha
vivido mucho tiempo en Francia, ha escrito indistintamente en
castellano y
francés, pero con frecuencia su obra aparecía antes
en París, y dice de sí
mismo «no tengo raíces, tengo piernas» para
contar que es un ciudadano del mundo.
-El cementerio..., ¿se escribió en francés?
-Se estrenó en francés, pero la escribí
en castellano.
En la conversación, Fernando Arrabal se remite con
frecuencia a El
cementerio de automóviles, como a una obra de juventud
«escrita hace medio siglo, con todo lo que era yo entonces,un
muchachito entre la mística y el ateísmo, con mi
recuerdo de la España de la guerra, de mi padre desaparecido...».
De la versión de Pérez de la Fuente, que ha visto
ya, elogia la sobriedad, la fidelidad y el mimo con que se ha
puesto en escena.
-Yo no he sabido cómo era esta obra hasta hoy, porque
siempre he visto en todo el mundo montajes muy complicados, con
mucha tramoya. Ahora sé cómo la escribí.
En la rueda de prensa se pudo comprobar que la obra está
todavía en el
telar, a falta de imponerse en el recuerdo: se le fue llamando
sucesivamente El cementerio de automóviles,, El cementerio
de elefantes,,
El cementerio de animales,... Y se comprobó también
que Arrabal provoca hasta cuando quiere ser afectuoso.
-Lloré tanto viendo a los actores que en la foto que
nos hicimos he
aparecido sucio y cubierto del esperma místico de mi emoción
incontenible.
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