RAUL DEL POZO | DESNUDOS
Un gran jugador de ajedrez que cree en la Virgen María.
El único
anarquista que no ha sido anticlerical ni republicano. Le ha
leído al Rey
las líneas de la mano y bailado ante él. Ha hecho
películas, hapennings,
ritos masturbatorios, óperas y en sus estrenos en vez
de dar caramelos a
los espectadores, les daba defecaciones. Nació en Melilla
y es hijo de un
teniente del Batallón de Cazadores de Africa. Su vida
y su obra transcurren
en un interminable psicoanálisis en busca de un padre
que condenaron a
cadena perpetua los nacionales. Este turbulento y místico
exiliado busca su
conciencia entre los sueños y los tricornios; su obra
errante y goyesca ha
triunfado en las grandes capitales del mundo, excepto en el corralón
manchego. Se fue a París en el 54 y vuelve a verse en
las pinturas de
Velázquez entre meninas y reyes enlutados.
Le acusaron de ofender a España por ultrajar a Franco.
Le apoyaron Cela,
Beckett, Ionesco. No se filtró en la Academia. A los genios
les ponen bola
negra. Tampoco entrarán Millás, ni Umbral. La Academia,
salvadas tres o
cuatro excepciones, es un jueves de muertos, y como dice Sartre
llegan
escritores de los que no se sabe de sus vidas más que
lo que otros muertos
han escrito sobre ellos. «La Academia es la urna de un
columbario,
organizada por los críticos, que viven mal porque sus
mujeres no les
estiman y sus fines de mes resultan difíciles».
Ahora van a reestrenar El cementerio de los automóviles
43 años después de que la dirigiera en Madrid Víctor
García.
|