LIBROS El polifacético Fernando Arrabal acudió
ayer a Zaragoza para recibir un homenaje de sus amigos y pronunciar
una conferencia. El escritor quita importancia a la genialidad
porque es una virtud «al alcance de cualquiera»
Foto: Oliver Duch
Arrabal aseguró ayer que posiblemente «Borges: una
vida de poesía» sea la
última película que dirija
SUSANA C. MIRALBES Zaragoza
No acoge de buen gusto que le tachen de «genio» porque
esta es una
categoría intelectual «que está al alcance
de cualquiera, es una cosa que
viene dada y que no es en absoluto meritoria». El polifacético,
provocador
e inclasificable novelista, poeta, dramaturgo, director de cine...
Fernando
Arrabal, que acaba de cumplir 68 años, aspira a convertirse
en un hombre
bueno, a tomar «el camino hacia la santidad».
Arrabal, que visitó ayer Zaragoza para recibir un homenaje
y ofrecer una
conferencia, cree que la genialidad reside en la inteligencia
y «la máxima
prueba de inteligencia es tener una actitud bondadosa».
Una persona buena
«puede desarrollar su imaginación», que no
es más que una sencilla
«combinación de los recuerdos que cada uno tiene
en la memoria».
El escritor melillense cree que la bondad es una cualidad que
ha pasado de
moda porque ahora «se lleva más el arribismo, y
hay demasiado arribista
para poco arribaje, creo yo». Defiende la bondad como «rasero
para medir a
la gente que se ha cruzado en nuestras vidas». «Las
personas que me han
rodeado podrían dividirse en dos categorías: aquellas
que han sido
capitales en mi formación y las que podrían tacharse
de "maestros de
picardías"». En el primer grupo Arrabal incluye
a su padre, Kafka, Kundera
o André Breton y, en el segundo, a Dalí, Picasso
o Beckett, entre otros
muchos.
Obsesionado por la búsqueda de la santidad que pregona,
Arrabal se plantea,
entre otras cosas, dejar de dirigir películas. La dirección
cinematográfica
es un ejercicio que tiene mucho de mecánico. Además,
requiere 24 horas de
trabajo al día durante todo un año y acarrea mucha
tensión». En ese tiempo
Arrabal dice ser capaz de escribir al menos cuatro libros.
La mecánica del cine
Su última película, la séptima, se proyectó
ayer en el centro cultural de
la CAI. «Borges: una vida de poesía» recopila
varias entrevistas con el
autor argentino, al que Arrabal quiere rendir homenaje. En esta
cinta, el
autor de «El Aleph» explica algunos de los secretos
de la creación
literaria y expone los criterios que comparte con el director
de la
película. «La creación es algo espontáneo,
pero siempre fruto de la
frustración. Nadie es capaz de escribir cuando está
enamorado porque se
escribe siempre sobre una "materia de frustración".
Al menos, en mi entorno
no conozco a nadie que, siendo feliz, sea capaz de crear»,
asegura.
«Cementerio de automóviles», una de sus obras
más conocidas e
interpretadas, se reestrenará próximamente en el
Festival Internacional de
Teatro de Santander, y después llegará a Zaragoza,
tras muchos años ausente
de los escenarios profesionales. La puesta en escena de la obra
de la
compañía del Centro Dramático Nacional ha
sido «uno de los acontecimientos que más me han
emocionado este año». El montaje, dirigido por Juan
Carlos Pérez de la Fuente, ha llenado a Arrabal de «esperma
espiritual». «He visto la obra más de cien
veces en varios países, pero me he dado cuenta de que
nunca había visto a los personajes y escuchado la historia
hasta que vi los ensayos de los actores españoles. No
podía parar de llorar y de reír, estuve realmente
emocionado todo el tiempo».
Un célebre desconocido
El escritor melillense, que vive en París desde hace
medio siglo, cree que
en nuestro país se le «acoge con más cariño
del que me merezco». Destaca la
celebridad de la que goza, al mismo tiempo que reconoce que «los
españoles
no me conocen porque aquí no se leen mis libros y tampoco
saben que hago
películas, por ejemplo».
«En España soy célebre, pero desconocido.
Hay gente que me para en la calle
pero no sabe si soy actor o cantante, al contrario de lo que
me pasa en
Francia o Estados Unidos, donde no soy célebre, pero sí
conocido».
Sobre su último libro publicado, «Levitación»,
una novela en la que un
puritano religioso y paralítico se ve rodeado de los eróticos
cuidados de
dos abnegadas jóvenes y de dos homosexuales que le inician
en los que
considera «los pecados más aberrantes», Arrabal
reconoce su derrota. «He
batido el récord», dice, «ni siquiera he llegado
a vender la primera
edición, creo que no lo ha comprado nadie o nadie lo ha
leído, la crítica
ha sido feroz, y ha pasado totalmente desapercibido», señala.
Sin embargo,
el autor defiende el texto porque «es un libro místico
y como todo libro
místico es un libro de amor».
Al margen de la polémica
Arrabal rechaza que lo califiquen de polémico «porque,
como el origen
griego de la palabra refleja, ese adjetivo está destinado
a aquéllos que
ponen trampas a los demás y yo, a mi edad, ya no estoy
para poner trampas a
nadie. Creo que no lo he estado en toda mi vida», se explica.
«Siempre he
intentado no provocar, ser conformista», comenta este autor
teatral
representado en todo el mundo. Arrabal opina que sus obras «tienen
más
éxito del debido porque mis colegas, los grandes como
Beckett, han muerto».
Este agnóstico y místico que reza todos los
días «con la esperanza de ser
tan feliz como lo fui a los 18 años», que de niño
fue premio nacional
«superdotado», ha recibido a lo largo de su carrera
el premio Nadal y el
Nabokov de novela, el Espasa de ensayo, el Alessandro Manzoni
de Poesía o
el Gran Premio del Teatro de París.
Fernando Arrabal tiene una agenda plagada de citas, conferencias
y
estrenos, pero cree que todo su trabajo que, de momento, asume
«es contra
natura». «Cualquier día colgaré todo
y me iré a Estados Unidos a cantar y
bailar como Zaratustra, para obedecer a mi propia naturaleza».
|