THEATRE:

martes 22 de agosto de 2000

Fernando ARRABAL:

«En España ya soy reconocido, pero como alguien que no soy realmente»

Pedro Manuel VÍLLORA


«Mis obras se hacen continuamente, en Madrid también, afortunada o desgraciadamente», dice el escritor.

El próximo viernes, en el Palacio de Festivales de Santander, se estrena la nueva producción del Centro Dramático Nacional: «El cementerio de automóviles», de Fernando Arrabal, dirigida para la ocasión por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Una obra que ha tenido montajes históricos, como el francés de Víctor García en 1967. Diez años más tarde, este mismo director se encargaría de hacer un nuevo espectáculo para el público español, pero su autor precisa:

"Esta obra se dio a conocer en España hace casi medio siglo, cuando yo la escribí, y ya llegaron ecos a la Prensa antes de su nacimiento. Ha habido direcciones más o menos célebres, que algunas parece que han quedado en la historia del teatro. En España se ha hecho muchas veces; es raro el año que no se hace, yo qué sé, en Calatayud, en Menorca... Es una obra que se ha representado mucho, y casi siempre en lugares catacúmbicos, por representaciones minúsculas. Yo creo que eso es por el hecho de que figura, en el libro del Centro de Investigaciones Científicas de París, entre las cuatro obras del siglo.

"¿Junto a cuáles?

"Está «El príncipe constante», de Grotowsky. El «Orlando Furioso», de Ronconi. Hay casi cien páginas dedicadas a «El cementerio...» Y creo que la cuarta es «La mirada del sordo», de Bob Wilson.

OBRAS DESCONOCIDAS

"¿Por qué el Centro Dramático Nacional representa esta obra, y no alguna de sus últimas creaciones que no se han visto en España en producciones profesionales?

"Mis obras se hacen continuamente, en Madrid también, afortunada o desgraciadamente. Lo que ocurre es que a lo mejor llegan a los periódicos, pero, ante tanta morralla de estrenos y estrenitos en colegios mayores, liceos y cosas así, no queda ningún eco de tipo mediático. Si tienes la molestia y el interés de mirar en mi página web la parte concerniente al teatro, verás que hay constantemente esta clase de estrenos. Yo creo que «El cementerio de automóviles» es una de mis obras más significativas y actuales, siendo quizás de las más antiguas. Pero hay obras mías que se están haciendo continuamente aquí en el país, como «Picnic», como «Fando y Lis», como esta, que con casi medio siglo tienen sin embargo una actualidad increíble y que me sorprende.

"¿En qué radica esa vigencia?

"En el hecho de que pinto un mundo que ya no conozco, en el que no estoy, que es un mundo subterráneo, de okupas, un mundo de marginales a todo pasto. Por ejemplo, Swatch, que produce esta obra hace unos meses en Suiza, decide hacerlo con una serie de empresas archimillonarias dedicadas al reloj. Hombres muy ricos se interesan por esta clase de obra, y me parece muy significativo. Era un espectáculo extraordinario, que duraba doce horas y se hizo en una sala de patinaje con cerca de mil espectadores cada noche, cien actores y dos directores. Impresionante. Por lo general, esta obra se presta a gran tramoya, pero también ha habido cosas muy modestas, y he visto cosas muy malas, horrorosas. Si no fuera yo el autor, y pudiera juzgar con modestia, diría que aciertan los que han decidido hacer esta obra en este momento preciso. Mi teatro, un día se hará o un día dejará de hacerse definitivamente. Eso no tiene gran importancia.

LA ESPIRITUALIDAD DEL SIGLO XXI

"¿Por qué es importante hacer hoy una obra con trasfondo religioso?

"Es curioso que el siglo XXI se acerque a la espiritualidad. El siglo XX está definido por el conflicto del año diez, ese encuentro súbito y fijado por la mano del destino entre Kafka y Claudel. Parece que todo el siglo XX va a estar formado por esta tensión, aunque desde luego va a ser Kafka el que triunfe teatralmente. Kafka se interesa por el teatro y piensa en un Gran Teatro de Oklahoma que sea una especie de paraíso, en el cual todo el mundo tiene su lugar, y Claudel piensa en otro tipo de teatro espiritual.
Hoy tengo la impresión de que el amor, la caridad, la bondad, imperan o quieren imperar o tratan de imperar. No creo que haya un gran Mensaje, con una gran M, o un gran Mensajero, con otra gran M, en todo mi teatro, pero creo en la parte espiritual de esta obra. La veo siempre como si fuera un novato, puesto que ya no me acuerdo de cuando la escribí, y siempre me da la impresión de que dice cosas de gran actualidad. Entre el centenar de mis obras podrían haberse hecho muchas, pero ¿por qué se repiten estas y por qué no se repite, por ejemplo, «El triciclo»? El teatro es muy curioso, porque es exponente de la vida y del país... Siempre el teatro lo fue. Se diría que no hay imperio sin un gran dramaturgo.

"También es verdad que su teatro es muy autobiográfico. ¿Qué hay de ello en «El cementerio de automóviles»?

"La verdad es que no puedo salir nunca de lo poco que sé de mí, de lo poco que sé de mi vida. Es muy difícil salir de ello. Cuando voy a darconferencias, que voy una vez cada quince días, o para estrenos -estrenitos, diríamos, provinciales-, se suele repetir la palabra genio o la palabra surrealista o la palabra pánico, mientras imaginan algo muy visto desde el exterior. Pero yo no hablo más que de mis pequeños problemas, desde el primer día hasta hoy. En la lista de best-sellers de Francia está mi última novela, que aquí no ha funcionado en absoluto; se llama «Levitación», y es una novela mística que no creo que haya recibido ni crítica. El editor me dijo algo así como que esperaba que algún día se llegasen a vender los ejemplares de la primera edición. La anterior, «Ceremonia por un teniente abandonado», tampoco ha tenido ningún éxito aquí, y ahora en Francia es un best-seller. Pero siempre estoy tocando el mismo tema, cualquiera que sea el país o el lugar.

EL TIEMPO NO EXISTE

"En «Ceremonia...» está la búsqueda del padre que ya desarrolló en «Baal Babilonia», «Viva la muerte», etcétera, pero en «El cementerio de automóviles» no es tan fácil encontrar los signos autobiográficos.

"¿Ah, sí? Hay que tener en cuenta que ansío mucho ver esta representación para ver si capto bien lo que escribí, situarme en el mundo en el que estuve, pararme en el tiempo y en el espacio. En realidad, el tiempo y el espacio no existen, pero juego con instalarme de lleno en ese momento. A lo mejor lo puedo conseguir. Ya le digo que «El triciclo» no se hace nunca, o casi nunca: sin embargo se hizo recientemente en Barcelona. Estando en Barcelona viendo «El triciclo» montado por sevillanos, por una gente muy particular, con acento de Sevilla, en un pequeñísimo teatro de esos que llaman «alternativos», Dios sabe por qué, en ese lugar de pronto encontré cómo escribí esa obra; y a través de la interpretación de estos jóvenes, con cuatro perras, que no ha recibido ningún eco de la Prensa ni de nadie, me encontré con, para mí, un momento de gran riesgo. Espero que quizá aquí me encuentre con «El cementerio de automóviles».

"¿No se encontró con «El cementerio de automóviles» cuando la llevó usted mismo al cine en 1981?

"Cuando se hace cine hay tantos medios económicos, tal frenesí, que es muy difícil ver el conjunto. Entonces no veo mi obra, sino otra cosa; estoy viendo más bien el problema de ese momento entre los marginales.

"Esta obra la escribe antes de conocer a Luce, su esposa.

"Comienzo a escribirla antes de conocer a Luce.

"Y la termina después de conocerla.

"Sí, por eso el personaje no es una variante de Luce, cuando todos mis personajes femeninos sí lo son.

"¿Qué ha aportado Luce a su obra?

"Sería casi inexistente sin ella.

"¿Y a su vida?

"También inexistente sin ella. La aportación de otra persona es capital: el hecho de imitar a esta persona, de intentar imitar la bondad. Es una palabra que no se puede decir ahora en nuestro occidente europeo, porque tiene mala Prensa, pero la bondad es el punto más alto de la inteligencia, de la genialidad. Y el amor, la gran amistad, significa eso: imitar, ser como. Ya lo dijo Sócrates, si creemos a Platón, puesto que dice que el amor es el hijo de la frustración y de la astucia. La frustración de no ser aquello que se querría ser, la persona que nos encandila y embellece: intentar imitar. Por eso el teatro es una levitación, y el amor es una levitación. Por eso traté de la levitación en esa novela que nadie ha leído. Todos mis libros están de la mano de Dios... y del diablo.

UNA SANTA PAGANA

"¿Cómo es la persona de Luce Moreau?

"Luce es «Mi querida negra», como escribí en una Tercera de ABC. Mi mujer es una persona que está completamente desplazada, como dice Juvenal: «¿Qué haces en Roma? Porque dices la verdad». Luce no puede mentir. Es una santa pagana, y no puede mentir. No podríamos decir nada de esto en su presencia, porque no diría que sea modesta: es humilde. Y de una erudición...

"Su erudición, su capacidad de trabajo, ¿le ha ayudado a usted?

"Somos muy complementarios. Ella sería incapaz de ocultar. Los temas que me apasionan no son accesibles a ella; sí lo son, naturalmente, pero la física, la astrofísica, las matemáticas -es decir, la organización-, el ajedrez, la crónica de ajedrez que hago cada quince días -crónica únicamente filosófica-, eso no le puede interesar. Lo puede seguir, pero no.... Mucha gente dice: «¡Cómo ganaste el concurso de superdotados de niño! Eso demuestra que ya eras un genio desde la infancia». Pero no. Mi mujer no lo hubiera ganado nunca, ni Topor, ni Beckett; es decir, los genios que he conocido no hubieran podido responder a las preguntas, que sobre todo eran de tipo matemático.

"¿Por qué no?

"Porque no tienen ese espíritu. Porque Topor era un genio, y Beckett era un genio, pero no en ese terreno. Y no digamos Breton. Por eso a Breton le sacaba de sus casillas, hasta el último momento, Duchamp, siempre con su eterna partida de ajedrez. De Duchamp no digo que era como yo, pero... Aquí no se le ha dado ninguna importancia -en realidad no la tiene, es una especie de anacronismo-, pero el Colegio de Patafísica es muy interesante.
Los sátrapas no hacemos parte del Colegio de Patafísica: nos nombra el Colegio, y todos los que nombró fueron jugadores de ajedrez. Antes de eclipsarse, de ocultarse, el Colegio de Patafísica había nombrado una docena de sátrapas, y todos ellos eran jugadores de ajedrez, e incluso muchos de ellos escribieron sobre ajedrez. Entre ellos estaban Marcel Duchamp, Max Ernst, Ionesco, Boris Vian, Raymond Queneau, Tristan Tzara...
Todos eran jugadores de ajedrez, y muy jugadores, no simples jugadores de café. Y el día que hablé en presencia del Colegio, para agradecerlo, hice hincapié en esto de lo que no se habían dado cuenta: que todos eran jugadores de ajedrez. Pasaron veinticinco años y me nombraron a mí, que también soy jugador de ajedrez. También es casualidad.

LIMITAR MI OBRA

"¿En qué se reconoce como genio?

"Yo no me reconozco como genio. Es un error que se me adorne así. Yo quisiera ser santo. Ese es mi deseo mayor, como demuestro en «Levitación».
Pasando por donde tenga que pasar. Yo gozo de la reputación que tengo en cada país, pero también sufro de ella. Entonces, no podía ser bien leída esta novela «Levitación», que quizá era la más exigente que se publicó. Cuando me dice el editor que habrá habido mil lectores, seguramente es que hubo cien, pero es para que trague la píldora mejor.

"¿Qué es lo que sufre de su imagen en España?

"Que sea un genio, que sea un surrealista, que sea un pánico, que sea un provocador... Miles de veces lo he dicho, pero miles de veces he de repetirlo porque no cala. Yo seguiré siendo toda mi vida así. No me quiero comparar a nadie, pero es como decía Hitchcock: «Si un día hago Blancanieves, buscarán al asesino».

"¿Por qué cree que esa imagen va en contra de su obra?

"Porque es limitarla. «Escándalo» es una palabra griega que significa «trampa», y no se puede imaginar que yo esté haciendo trampas. Entre otras cosas, habría alguien que me lo prohibiría, que sería Luce. Yo nunca le puedo presentar una obra cuando la estoy escribiendo, porque si ella tuerce el gesto no la puedo continuar. Cuando termino una obra o un artículo, si ella dice que no, se tira. Te hago un paralelo con Nabokov: yo creo que su mujer era un poco así, y lo conté en una Tercera de ABC. También publiqué una Tercera cuando lo del Colegio de Patafísica. Muy poca gente me habló de eso, y todo era: «¡Qué bien, qué chistoso!». Y de pronto fui a León, porque siempre que hay un gran acontecimiento ajedrecístico yo viajo para verlo, y allí estaban los mejores jugadores del mundo, y entre ellos un español, Miguel Illescas, que lo había leído y lo había leído bien. Me hizo preguntas pretendiendo que no había comprendido ciertos puntos, pero lo había leído, quizá porque no había llegado a sus oídos el hecho de que soy un original, un sorprendente. Me gusta mucho que su querida Ana María Matute haya dicho: «No puedo evitar ser original». Y la comprendo muy bien, pero ella es original, reconoce que es original. Yo soy al revés: quisiera ser lo más vulgar del mundo.

«ENFANT TERRIBLE»

"¿Cómo quisiera ser reconocido en España?

"Ya soy reconocido. Reconocido como alguien que no soy yo. Por eso es tan grato subir a un taxi, y el taxista suele decir: «Ah, es usted Arrabal».
Aunque a veces es: «Ah, es usted Savater». Y me preguntan: «¿Y qué hace usted? Porque le conozco muy bien». Y podría decir que soy cantante, o nieto de futbolista, que lo preferiría, pero sería quejarse de vicio, porque es grata esta situación en la que los que me rodean parece que oyeran a Platón, cuando viene el sacerdote egipcio y dice: «Atenienses, son ustedes como niños». Como me rodea un ambiente de nenes, quieren hacer de mí un nene, un «enfant terrible». ¡Y hay que tener en cuenta que tengo 68 años! Todos los días me veo en el espejo una arruga nueva, y es un poco más de felicidad. Dentro de poco podré escribir con mis propias arrugas.