PATAPHYSIQUE:

 

 

domingo 18 de marzo de 2001

 

Colaboraciones Sátrapa patafísico...¡qué risa!.

Por Fernando Arrabal. Escritor


EN mis conferencias, la referencia a la «vaca loca» desde hace diez años, siempre provocó tempestades de carcajadas. La simple mención del mal pareció a los duchos (¿cuchos?) una genialidad inventada como para descuajaringarse de risa y de cuajo. Era casi imposible romper la hilaridad general o mantenerla en risa retozona, cuando daba mi opinión sobre el origen de la vaca loca, sobre el tembleque de las ovejas merinos (emigrantes españolas del XVIII), sobre la indeterminación cuántica de la biología molecular de hoy (paralela a la ambigüedad cervantina o la confusión pánica) o sobre el «temblor del miedo» (el «kuru») de los aborígenes caníbales. El único que hubiera podido tomar en serio mis propósitos (¡sin despropósito!) era el catedrático de la Universidad de Zaragoza Juan José Badiola. Cuando, hace dos veranos, coincidimos en la Universidad del Escorial, me hizo una pregunta pertinente y documentada (que hubiera tentado a la risa al respetable): «¿Es usted "Arrabal”, el padre de Samuel... el investigador de la transmisión del prión del animal al hombre?»

Toda referencia actual en mis charlas (siempre espontáneas como la poesía o la improvisación) a los «sátrapas»también provoca un estallido de risa. No digamos si les llamo por su nombre: «Transcendentes Sátrapas», y peor aún si les doy el tratamiento completo: «Transcendentes Sátrapas del Colegio de ’Patafísica». E(Esta palabra debe llevar siempre un apóstrofo pegado a la izquierda de la P mayúscula). Y, sin embargo, el Cuerpo de Sátrapas (de tan pocos miembros) se ha enriquecido en el siglo XX con los creadores más relevantes de la época, de Marcel Duchamp, Ionesco y Man Ray hasta Max Ernst.

Como se me ha concedido el honor (¡inmerecido!) de nombrarme miembro de varias instituciones podría firmar mis textos, con la bendición de todos, por ejemplo: «Arrabal de la European Academy of Arts, Sciences and Humanities». Pero todos los corregidores (y correveidiles) tacharían mi verdadero título de vanagloria si rubricara un artículo: «Arrabal, Sátrapa del Colegio de ’Patafísica». ¡Como para retozar de risa!

Poco antes de morir Ionesco expresó parecido sentimiento con presentimiento: «Estoy cubierto de galardones y galones, desde miembro de la Academia francesa hasta la de Boston. Pero el título que más me importa es el de Sátrapa : el Colegio de ’Patafísica corona todas las academias presentes, pasadas o por venir». ¡Sin reír!

El próximo 20 de abril este Cuerpo se enriquecerá con las elevación a su altura máxima de Jean Baudrillard, Camilo José Cela, Umberto Eco y Darío Fo. La anterior cooptación tuvo lugar también otro 20 de abril: el del 2000. Para acrecentar la risa de conejo de los expertos inciertos, al mismo tiempo se celebró la desocultación del Colegio de ’Patafísica tras veinticinco años de ocultación. Durante un cuarto de siglo (desde 1975) se vivió el soterramiento autocontrolado del Colegio. La revista secreta («Cymbalum Pataphysicum») fue el periscopio que durante la inmersión observó al mundo.¡Incluso al inmundo!

Para los omniscios con vicios la ’Patafísica aparece como una bufonada de nada. En realidad es la disciplina que sin disciplina alguna propone soluciones imaginarias. En su día (y fue de noche) se presentó en sociedad como ciencia de lo particular, sin dejarse atropellar por la afirmación positivista de que sólo hay ciencia de lo general . En plena cordura ¡y locura! estudia las leyes que rigen las excepciones e ilumina o explica el universo suplementario o supremamente.

Existen díscipulos ignorados de la ’Patafísica y paralelamente otros que ésta no reconoce como tales. El filósofo Gilles Deleuze señaló el caso de Heidegger: «tuvo un precursor (la ’Patafísica) sin que el mismo lo supiera... Esta ciencia es el adelantado de las escuelas filosóficas no dogmáticas de hoy». Pero como el antidogmatismo alcanza sus últimas consecuencias, puede ignorar a sus preopinantes. Es un fenómeno, en toda lógica, fenomenológico.

Thieri Foulc (representante hipostático de Su Magnificencia) reconoce que se ha tenido en cuenta, a la hora de cooptar a los neo-transcendentes, la riqueza de sus personalidades en el marco patafísico. «Pudimos saltar la valla que a espíritus menos libres les hubiera parecido un obstáculo insuperable: el premio Nobel de Literatura que pesa sobre los transcendentes Camilo José Cela y Darío Fo. Pero Darío Fo es miembro de toda la vida del Instituto Pataphysicum Mediolanense. Y Camilo José Cela, con su obra y sus diccionarios, se había alzado ya (sin que el mismo se enterara) al rango de Auditor Real». Jean Baudrillard sociológicamente demostró en caliente la inexistencia de «aquella guerra» ¡frío! ¡frío! Y Umberto Eco, gracias a su cacopedismo ha creado en Bolonia la enciclopedia de lo «kakos», lo malo.

El Colegio únicamente elige a aquellos patafísicos «que no se ignoran con relación a los que se ignoran»... pues todos los humanoides son patafísicos. La esencia del Colegio es la substancia misma del mundo como centro de investigaciones sabias e inútiles: ausculta el «big-bang» astrofísico, conoce la filosofía (¡en todas sus vías!), interroga la indeterminación cuántica, concibe los «motivos» post-fractales y levita con el amor del amor.

A partir de hoy el Cuerpo de Sátrapas se reunirá todos los años el día 8 de diciembre en mi domicilio de París bajo «Transcendencia» de Topor: cuadro que acaba de ser apuñalado por un fanático errático de la exposición patafísica de Chartres. Se cooptará (por primera y única vez cada año) a un nuevo sátrapa. La reunión virtual (¡y virtuosa!) se abrirá y cerrará ese día a través de un forum electrónico o faxtuosamente para los cybernófobos. Sólo participarán en cuerpo y alma los nostálgicos de Miguel Strogoff y los colegiales de pasaje y linaje.

En ’Patafísica, como en amor, todo es posible ¡ingenuamente! gracias a su ingenio para explorar el mundo y su genio para iluminar las tinieblas: divina sorpresa del presente inmortal durante el tiempo inmóvil del eterno cambio ¡mondo y lirondo!... Y el perito consabidor exclamó: ¡Como para mondarse de la risa!