THEATRE :

Jueves, 24 de enero de 2002

Historia permanente
CARTA DE AMOR (COMO UN SUPLICIO CHINO)

 

De Fernando Arrabal.
Intérprete: María Jesús Valdés.
Escenografía: Xavier Mascaró.
Vestuario: Artiñano.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Centro Dramático Nacional, en el Museo Reina Sofía.




EDUARDO HARO TECGLEN

El texto es doloroso, punzante, bello; la interpretación de María Jesús Valdés, insigne. El decorado abarrota de pequeños detalles de atrezzo el supuesto escenario, y el director acompaña con ellos la palabra, para añadir una dramaturgia a la acción que está en la palabra, y en la historia.

De todos los lugares de Madrid, se le ha ocurrido, sin embargo, enterrar esta representación excelente e interesante en unas catacumbas del antiguo y siniestro Hospital General de Madrid, hoy Museo Reina Sofía, prácticamente inaccesibles para muchas personas, con un aforo limitadísimo y al que hay que llegar en caravanas de espectadores guiados entre túneles de lienzo. Dicen unos que fueron la morgue de la horrible casa, otros que celdas de locos. Es cierto que una vez allí, el lugar, las bóvedas restauradas, la oquedad, añaden valor a la sesión de tormento -no sé por qué chino- que se realiza ante nosotros. El teniente Arrabal, destinado en Melilla, no se sumó el 18 de julio a la rebelión militar, por lo cual fue condenado a muerte precisamente por rebelión militar, como fue ya siempre la costumbre macabra. Conmutada por treinta años de prisión, fue al penal militar de Ciudad Rodrigo; un día fue trasladado al psiquiátrico: no se supo más de él. Se le dio por huido; las sospechas eran muchas, sobre su posible asesinato dentro o fuera del psiquiátrico, sin descartar la de la fuga, cambio de identidad y desaparición voluntaria.

Su hijo, Fernando Arrabal, tuvo la sospecha de que había sido denunciado por su madre, y que ella le había incomunicado de él. Hizo investigaciones, buscó documentos, acudió a los lugares, publicó un libro con toda la historia. Como no estoy seguro de que se conozca lo suficiente, la relato aquí para que el texto se haga más comprensible y destaque una realidad de fondo por debajo del poema.

El personaje único es la madre, desdeñada por su hijo, acusada en cartas y convertida en desconocida. No es tan sencillo: escrito el personaje por Arrabal, él mismo se incorpora a él, incluye algunas de las cartas reales y una que nunca fue enviada.

Ésa es la complejidad del ser que encarna María Jesús Valdés: lleva dentro el protagonista el antagonista, los choca en sí misma, porta el castigo y el perdón, la incomprensión, el dolor de la antigua historia. La hora que dura la representación se mantiene tensa y cálida: por ella, por el autor, por el director.