16 de junio de 2002

El último secreto de Sartre



"Pierre Victor" fue el último secretario -¡secreto!- de Jean-Paul Sartre desde septiembre de 1974 hasta el fallecimiento del filósofo en 1980. Eran tiempos en que a Dios se le daba por muerto, a los ángeles por desaparecidos y al demonio por regenerado. Hasta los rinocerontes, contagiosos de padres a hijos, despreciaban, por vulgar, a un Dios que sólo era Dios.

"Pierre Victor" había fundado, en 1967, la pléyade "Izquierda Revolucionaria" (y más tarde el diario Libération) para hacer justicia (¡social!) sin que la fea burguesía se la tomara por su mano. Los pormenores, las enramadas y los símbolos alzaron la esperanza: ¡ni robots, ni esclavos!

"Pierre Victor" frecuentó los campos orientales para adiestrar a los sinistros terroristas. Intentó aprender a suprimir a los enemigos del pueblo. Incluso, si necesario, sacrificando, kamikaze, su propia vida como pétalo y agüero. El Poder sólo tenía el Poder y tan efímero que al arrancárselo sólo dejaría sus ruinas.

"Pierre Victor" a los 23 años con su formación abrazó y abrasó el horizonte de mayo del 1968 entre las barricadas y los búcaros. Fue el último en lanzar los adoquines y los exabruptos de las postrimerías. Era la época de los rehenes, de "Monsieur Nogrette" y de la dirección de Renault. Los accionistas, entre escombros, aparecían bruñidos como soldados y alfiles de la legión extranjera del Gran Capital.

"Pierre Victor" en los años emplomados de utopía y sangre estuvo a punto de perecer con nuestra generación entre pancartas, ovillos y tiranías. ¡Pon los pies en polvorosa camarada; el universo, carroza y polvo, te persigue a uña de caballo!

"Pierre Victor" soñó con aplastar al infame: al imperialismo vomitado por los Estados Unidos; a su capitalismo de heces y barbaries; a su justicia de injusticia, clase y caca; y a su democracia de pestilencia, racismo y mastines. Soñaba con que el mundo conociera al fin la verdadera democracia guiada por el partido único de los trabajadores. The americans flag y la de sus naciones, alfombras y espalderas serían rasgadas para transformarse en banderas rojas.

"Pierre Victor", fascinado por el terror, bogó entre las mareas de la venganza y las tormentas de la cólera. Preveía una justicia inmanente establecida por los tribunales populares. Esperando el San Bartelemé planetario y proletario sus compañeros se instituyeron a sí mismos como procuradores sin matices de olvido. La Bolsa era un tugurio de ladrones y los Palacios de Justicia cubil de asesinos. ¡Señores mandarines vamos a morderles , rabiosos!

"Pierre Victor" fue cobijado por Sartre para escapar, disfrazado de secretario, a la policía de los privilegiados. El Ministerio de Interior se había propuesto detenerle y acabar con él y su hojarasca. La burguesía era una sociedad carnívora.

"Pierre Victor" y Sartre, analizando al alimón, pronto comenzaron a pensar de otra manera, en sus ansias de frescura y glorietas, ante el estupor de la mayoría de los militantes de viaje. Y la condena de sus íntimos, como recuerda Simone de Beauvoir en "Ceremonia de despedida": Sartre se dejó, convencer por una aventura bastante imbécil... como muchos ex-maos Víctor se ha vuelto hacia Dios...

"Pierre Victor", (ya casi Benny Lévy) iluminó a Sartre con su novísimo misticismo y su talento de siempre. El filósofo antes podía argumentar, por ejemplo : "...la felación si bien se mira es una castración... un macho que fornica con otro no es un doble macho sino una hembra que se ignora...". Días antes de morir, en comunión con Benni Lévy, y su vadear entre brisas y verjas, reconoció: "La idea de ética, como fin último de la revolución es una especie de mesianismo. Al fin la revolución se puede pensar verdaderamente".

"Pierre Victor" en la Tierra de Promisión ha vuelto "a ser el que era". Ha recuperado el nombre, Benny Lévy, que recibió al nacer el 28 de agosto de 1945 entre los capiteles y las raíces del nido.

"Pierre Victor" renació Benny Lévy de la mano de Sartre. Pero consiguió la transformación definitiva gracias a la obra de Lévinas. Hoy estudia la Tora en Jerusalén y dirige el Instituto de Estudios Levinasianos con la flora y el ajenjo del terruño.

Benny Lévy cuenta en París con un Hospital de Incurables y un editor. Gracias a ellos, y sin proponérselo en absoluto, escandalizó publicando sus últimas entrevistas con Sartre, sin enaguas ni panteras de Cochinchina.

Benny Lévy afirma que el asesinato del Pastor es el primer crimen en la carrera hacia el callejón sin salida. Hoyo donde la humanidad, sin transcendencia, está atrapada hoy entre barrotes e incendios.

Benny Lévy anuncia la resurrección y escucha la armonía. La Voz del Sinaí pidió a los 600.000 acompañantes de Moisés el abandono de la política. Les instó a que se tornaran hacia la glorificación del individuo, fuera de la ciudad, de los sahumerios y del yermo.

Benny Lévy en el Instante de Sócrates sopesa el peligro de las sombras y del ídolo... ¡de la política! Alcibíades para entrar en ella se propuso seducir, entre sauces y cerezos, a todo el mundo, hoi polloi. Sócrates le sugirió que, descomponiendo a la masa, convinciera a cada uno. Es el tema espiritual, armadura del amor, de la novela El Mono (enganchado al caballo) ¡renaciendo del asombro!

Benny Lévy cree que la Modernidad es el empeño de Pablo. Proseguido por la secularización del paulismo à travers de Hobbes, Spinoza, Freud o Foucault. La Ley, ayer plantada en la realidad, hoy se entenebrece en el símbolo. El Imperio del vacío progresa con fogatas. La política vacila entre la urgencia de la salvación y la inevitabilidad de vivir juntos bajo contrato ¡con las llagas del malentendido!

Benny Lévy opina que los contemporáneos, "al final de sus sueños de aturdidos revolucionarios", se han marcado la tarea de librarnos de las ficciones, sus mortajas y ladrillos.

Benni Lévy previene contra "la transcendencia vacía que gobierna al mundo desde la nada... y al hombre, muerto... Nada, como Atlas, lleva en sus hombros el universo. Bajo los adoquines políticos está la playa del amor al prójimo.

Benny Lévy, mientras yo terminaba de escribir Carta-de-amor (en 1998 en Jerusalén), me apareció en un encuentro sin posible olvido con su brújula y su esplendor. Para nuestra felicidad, ha elegido meditar sobre la transcendencia. Las circunstancias políticas sólo resuelven los problemas existenciales de los filósofos de cucharilla y porra. En Jerusalén le dije: "Se ve que Dios le habita". ¿Cómo se dio cuenta?" me preguntó. Y le respondí la evidencia: "por su risa alegre, por su sonrisa de felicidad. "

Fernando Arrabal